martes, 14 de junio de 2011

DOLOR CRÓNICO EN PSICOLOGÍA. Miguel A. Vallejo


El psicólogo ha estado presente en el estudio y tratamiento del dolor desde sus inicios. Diversos factores han contribuido a este hecho.

Por un lado el que la consideración del dolor crónico como un problema clínico sea relativamente reciente. En efecto, la atención al dolor como problema en sí, más allá de su valor diagnóstico para un sin número de enfermedades, se remonta a los años 70. Esto supone conjugar un desarrollo óptimo del abordaje psicológico establecido en otros ámbitos, con la necesidad de construir una nueva especialidad, ámbito de conocimiento y de intervención singularmente complejo.

La psicología viene a cooperar con la medicina, la anestesiología y neurología principalmente, para contribuir a explicar e intervenir sobre los efectos perceptivos singulares del dolor y su impacto psicosocial.

La existencia de tratamientos bien establecidos en otros ámbitos de la intervención en psicología clínica: técnicas de control de la actividad fisiológica (relajación y biofeedback, principalmente); procedimientos basados en el control de contingencias y técnicas cognitivoconductuales de adquisición de habilidades de afrontamiento, en especial la inoculación de estrés, permitió ofrecer alternativas adecuadas para integrar en tratamientos multidisciplinares, característica ésta que se impone desde los primeros momentos en el tratamiento del dolor crónico.

Desde el punto de vista médico esta ayuda psicológica es bien recibida. El paciente de dolor crónico no es una persona con problemas psicológicos (psicopatológicos en sí), sino que dichos problemas suelen acontecer como consecuencia de padecer un síndrome de dolor crónico.

En el campo de los denominados trastornos psicofisiológicos, medicina conductual o, más tarde, psicología de la salud, el tratamiento del dolor crónico es pionero. Es por este motivo, entre otros, por el que el tratamiento psicológico se imponga al tratamiento psiquiátrico.


Se trata de ayudar (apoyar) a una persona “normal” a sobrellevar o adaptarse al padecimiento de un problema médico impuesto. Es un trabajo esencialmente psicológico, no psiquiátrico. A ello hay que añadir el uso de psicofármacos que a dosis analgésicas utiliza el médico que trata el dolor crónico (véase el caso de los antidepresivos tricíclicos). El tratamiento psicológico del dolor crónico se justifica, por tanto, porque el impacto que el padecimiento de un síndrome de dolor tiene sobre la persona y su entorno social, puede contribuir a su agravamiento e incapacitar aún más a quien lo padece.

Esta tarea específicamente psicológica es compleja, al menos en su planteamiento, habida cuenta de que afecta de forma completa a la persona y su entorno: muchas variables a considerar y, posiblemente, programas de tratamiento multicomponente a utilizar.
Esta óptica, la del tratamiento psicológico como apoyo, es específica de lo que podríamos denominar facilitación de estrategias de afrontamiento del dolor que es específicamente abordada en otro artículo de este monográfico.
Es el tipo de tratamiento psicológico más adecuado cuando se trata de un problema crónico, para el que desgraciadamente no puede hablarse de curación, sino de afrontamiento o adaptación y convivencia a él.

Este aspecto, el de la imposibilidad de curación, es difícilmente aceptado por el paciente e, incluso, por el personal sanitario. Es lógico que el paciente se resista a asumir que una determinada dolencia le va a acompañar siempre y que sólo puede aprender a “convivir” del mejor modo con ella, sin embargo esa es la realidad de muchos síndromes de dolor crónico, incluyendo determinadas enfermedades reumáticas y procesos degenerativos, o el mero envejecimiento. Esto no significa que no se pueda mejorar la vida del paciente, pero sí que no pueda “curarse”, porque tal curación no es posible.

Aunque estos argumentos pueden aceptarse intelectualmente hablando, incluso el paciente puede hacerlo, resulta más difícil aceptarlos en términos efectivos: emocionales y comportamentales. De este modo el tratamiento psicológico, especialmente el referido a las estrategias de afrontamiento, es siempre tardío y viene a sancionar de forma ya efectiva que no hay curación sino medidas paliativas, a lo sumo.

Esto es un handicap, indudablemente: se busca realmente la “curación”, cuando explícitamente se niega, con lo que el acercamiento eficiente: la adaptación, el afrontamiento es minusvalorado y desacreditado, no formalmente pero sí de facto. Este es un problema sobre el que se volverá más adelante. ¿Es posible intervenir, tratar, el dolor crónico más allá, o más acá, de su afrontamiento? La respuesta ha de ser afirmativa.

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